Me encuentro con Pepe Melero, ese señor que sabe de libros posiblemente más que nadie. Me dice:
1. Que ha escrito un texto entusiasta para un libro-disco de la jota (Prames), en el que también participa Javier Barreiro, y que va a reproducir en su texto auténticas joyas: cancioneros del siglo XIX con maravillosas portadas. Su cómplice Víctor Juan, ese pedagogo que escribe ahora su segunda novela, le ha echado una mano. Son incorregibles e inseparables y se intercambian sus respectivos paraísos: Víctor le ofrece su casa encantada, custodiada por perros; Pepe, sus libros, su cariño y su sabiduría insondable. Casi mortifican de envidia. En cualquier caso, Pepe Melero sería algo así como una versión republicana de Demetrio Galán Bergua. Lo sabe todo y la canta con una suavidad y una exactitud que deslumbró en El Ventorrillo al mismísimo Pastor de Andorra.
2. Que en Amsterdam, una mañana tranquila, salió a pasear y se quedó un poco perplejo ante una mujer de ojos azules y de una belleza indefinible. De ésas que, de súbito, al pasar o al quedarse, lo tienen todo: garbo, luz, fotogenia, encanto, un cuerpo dibujado como el cerebro ni siquiera imagina. Esa criatura con ojos de mar, además, era librera y sacó en un cajón la edición en holandés de “Imán” de Sender, realizada hacia 1934 (aquí me fío de mi memoria; seguramente me equivoco). Pepe la compró por dos euros, y al lado vio un estudio en inglés sobre Benjamín Jarnés. Miró a la chica de nuevo y la fotografió para siempre en el fondo de su ojo. Ella no sabe que estará para siempre unida a ese gran escritor y formidable sátiro que fue Sender. Y que tendría una secreta vida española en las mitologías librescas de Melero.
3. Hoy me han hablado muchísimo de un joven jugador del Real Zaragoza. Me han dicho que es prodigioso, un centrocampista finísimo, de conducción y dirección, que rara vez pierde un balón, pura fantasía. Se llama Longás; me han hablado maravillas de él amigos míos como Carlos Paño, Raúl Lahoz, Javier Gil Esponera, etc. Y se lo he dicho a Pepe. Me contestó: “Mi hijo Jorge, forofo como sabes del Real Zaragoza, me ha dicho que es una auténtica maravilla, pero que Víctor Muñoz no lo quiere”. ¿Quién entiende a los entrenadores, aunque sean buenos amigos nuestros? Pepe me cuenta otra cosa muy bonita: su padre, de 75 años, lleva 50 años de socio del equipo y va a recibir una medalla del club. Eso es como si le diesen la gran medalla de amor y lealtad de los amantes de Teruel. Por cierto, José Luis Melero, padre de Pepe y abuelo de Jorge e Iguácel Melero Polo, cumple hoy 75 años. Felicidades.
4. Pepe también me dijo que si podía contar en este blog la pequeña historia de la saltadora de altura Sara Simeoni. La bella Sara. Y aquí está: nació en 1953, fue 22 veces campeona de su país, varias de Europa, y obtuvo tres medallas olímpicas. Fue plata en Montreal (1976); plata en Los Ángeles (1984), y oro en Moscú (1980). Fue la primera mujer que saltó dos metros. Su gran rival fue Rosemarie Ackermann. Arriba coloco una de sus fotos más espectaculares. He visto varias fotos suyas, con mucha melena, y yo la recordaba más delicada y guapa, pero bien se ve, querido Pepe, que parecía de goma.
1. Que ha escrito un texto entusiasta para un libro-disco de la jota (Prames), en el que también participa Javier Barreiro, y que va a reproducir en su texto auténticas joyas: cancioneros del siglo XIX con maravillosas portadas. Su cómplice Víctor Juan, ese pedagogo que escribe ahora su segunda novela, le ha echado una mano. Son incorregibles e inseparables y se intercambian sus respectivos paraísos: Víctor le ofrece su casa encantada, custodiada por perros; Pepe, sus libros, su cariño y su sabiduría insondable. Casi mortifican de envidia. En cualquier caso, Pepe Melero sería algo así como una versión republicana de Demetrio Galán Bergua. Lo sabe todo y la canta con una suavidad y una exactitud que deslumbró en El Ventorrillo al mismísimo Pastor de Andorra.
2. Que en Amsterdam, una mañana tranquila, salió a pasear y se quedó un poco perplejo ante una mujer de ojos azules y de una belleza indefinible. De ésas que, de súbito, al pasar o al quedarse, lo tienen todo: garbo, luz, fotogenia, encanto, un cuerpo dibujado como el cerebro ni siquiera imagina. Esa criatura con ojos de mar, además, era librera y sacó en un cajón la edición en holandés de “Imán” de Sender, realizada hacia 1934 (aquí me fío de mi memoria; seguramente me equivoco). Pepe la compró por dos euros, y al lado vio un estudio en inglés sobre Benjamín Jarnés. Miró a la chica de nuevo y la fotografió para siempre en el fondo de su ojo. Ella no sabe que estará para siempre unida a ese gran escritor y formidable sátiro que fue Sender. Y que tendría una secreta vida española en las mitologías librescas de Melero.
3. Hoy me han hablado muchísimo de un joven jugador del Real Zaragoza. Me han dicho que es prodigioso, un centrocampista finísimo, de conducción y dirección, que rara vez pierde un balón, pura fantasía. Se llama Longás; me han hablado maravillas de él amigos míos como Carlos Paño, Raúl Lahoz, Javier Gil Esponera, etc. Y se lo he dicho a Pepe. Me contestó: “Mi hijo Jorge, forofo como sabes del Real Zaragoza, me ha dicho que es una auténtica maravilla, pero que Víctor Muñoz no lo quiere”. ¿Quién entiende a los entrenadores, aunque sean buenos amigos nuestros? Pepe me cuenta otra cosa muy bonita: su padre, de 75 años, lleva 50 años de socio del equipo y va a recibir una medalla del club. Eso es como si le diesen la gran medalla de amor y lealtad de los amantes de Teruel. Por cierto, José Luis Melero, padre de Pepe y abuelo de Jorge e Iguácel Melero Polo, cumple hoy 75 años. Felicidades.
4. Pepe también me dijo que si podía contar en este blog la pequeña historia de la saltadora de altura Sara Simeoni. La bella Sara. Y aquí está: nació en 1953, fue 22 veces campeona de su país, varias de Europa, y obtuvo tres medallas olímpicas. Fue plata en Montreal (1976); plata en Los Ángeles (1984), y oro en Moscú (1980). Fue la primera mujer que saltó dos metros. Su gran rival fue Rosemarie Ackermann. Arriba coloco una de sus fotos más espectaculares. He visto varias fotos suyas, con mucha melena, y yo la recordaba más delicada y guapa, pero bien se ve, querido Pepe, que parecía de goma.
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