Se le otorgaron a la Argentina peronista, que tenía un gran nivel deportivo como demostró superando a EE.UU. en el medallero final polideportivo: 150 por 95 medallas (68 oros por 44) gracias a su dominio en boxeo, tiro, esgrima, remo, lucha, polo y fútbol (sólo en 1991 Cuba romperá en La Habana el liderato de EE.UU. en la competición). El general-presidente y su popular esposa Eva inauguraron los Juegos el 25 de febrero con la presencia de más de 2.500 atletas de 21 delegaciones.
Los estadounidenses dominaron en hombres.
La presencia de la gran potencia atlética mundial planteaba la duda de si los demás países podrían romper el monopolio de los chicos del tío Sam. En el estadio del River EE.UU. se llevó 14 de los 24 títulos masculinos en juego pero sólo tres de los seis femeninos. La anfitriona Argentina ganó cinco oros masculinos y dos femeninos y Chile tres (uno y dos). Se llevaron uno Brasil, Colombia, Perú y Ecuador. Cuatro países más (Jamaica, Guatemala, México y Panamá) subieron al podio completando el grupo de once países con medallas.
Los estadounidenses dominaron el medio fondo y el fondo, las vallas altas y el steeple, los dos relevos, los 10km marcha, todos los saltos excepto el Triple y los lanzamientos de peso y disco. Su gran figura fue el maravilloso Mal Whitfield, campeón olímpico de 800 y 4x400 (y bronce en los 400), que aquí sumó los tres títulos (en 800 hubo triplete USA). Browning Ross se impuso en los 1.500 y Curt Stone en los 10.000 y ambos fueron declarados ganadores ex aequo de los 3.000m obstáculos (cruzaron la meta de la mano) en una polémica decisión. El recordman mundial Dick Attlesey dominó los 110m vallas y los yanquis se impusieron en los dos relevos.
Fortún y McKenley, cara y cruz del sprint caribeño.
El jamaicano Herb McKenley era el favorito para las pruebas de velocidad pero, lejos de su mejor forma, acabó tercero en los 100, los 200 y los 400m. Por contra, el hombre que batió a los universitarios USA fue el cubano Rafael Fortún que se impuso a Art Bragg tanto en los 100 como en los 200m (parece ser que al regresar a Cuba perdió su trabajo por ausentarse). El colombiano Jaime Aparicio se impuso en los 400 vallas y el local Ricardo Bralo fue el único en resistir a los estadounidenses en el fondo con su oro en 5.000 y su plata en 10.000m. El judío berlinés (emigrado a EE.UU.) Henry Laskau se impuso en los 10 km marcha y el argentino Sixto Ibáñez dominó los 50.
Richards, Ferreira y Fuchs brillaron en los concursos.
Si los EE.UU. dominaron sin brillo los saltos de altura (Virgil Severns) y longitud (Gaylord Bryan), en los otros saltos hubo vencedores brillantes (dos futuros dobles campeones olímpicos). El reverendo Bob Richards se impuso en la pértiga con gran ventaja (4,50) y en Triple el brasileño Adhemar Ferreira da Silva -primer hombre que había superado los 16m- batió a su compatriota Hélio Coutinho da Silva. La otra gran figura fue el recordman mundial de peso Jim Fuchs, que se impuso tanto en el peso como en el disco. Los argentinos Ricardo Héber y Emilio Ortiz se impusieron en jabalina y martillo y el chileno Hernán Figueroa se llevó una combinada de poco nivel.
Reparto de medallas entre las mujeres.
En la categoría femenina las chicas USA sólo pudieron llevarse un tercio de los nueve títulos en juego ya que Jean Patton venció en los 200m y lideró el relevo pero fue derrotada sorprendentemente por la peruana Lucía Sánchez en los 100m. La otra victoria yanqui fue la de Amelia Bert en la jabalina. Las ganadoras chilenas fueron Eliana Gaete en las vallas y Betty Kretschmer en longitud. La argentina Ingebord Mello se impuso en peso y disco y la ecuatoriana Jacinta Sandiford metió a su país en el medallero con su victoria en un concurso de altura en el que las seis primeras saltaron 1,45m.
La apoteósis del maratón.
Miles de bonaerenses se agolparon en las calles para aplaudir a los maratonianos ya que se esperaba una victoria de Argentina, que presentaba al campeón olímpico Delfo Cabrera. Éste y su compatriota Reinaldo Gorno (futuro subcampeón olímpico en Helsinki) dominaron la prueba, entrando en el estadio del River en medio de una atronadora ovación. El guatemalteco Luis Velasquez impidió el triplete local relegando al argentino Luis Lagoa a la cuarta plaza.
En Buenos Aires echó a andar la gran competición de las Américas. Si hoy ha perdido parte de su repercusión por la multiplicación de competiciones de todos los deportes, se puede decir que fue muy importante en los años sesenta y setenta ya que permitía a los mejores atletas de las Américas medirse al coloso del Norte.
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